
En la solapa de uno de los libros de Martínez Torres se lee que la recepción de su obra es “…aún escasa…”. Sin duda así es y esto es una pena, no para el escritor, sino para nosotros. A estas alturas del partido, decenas de miles de lectores deberíamos hablar de la obra literaria de Martínez Torres como una de las obras más sólidas y, sin embargo, “aún” no se reconoce a cabalidad.
En Chiapas, los “renombrados” son los de siempre. No siempre la promoción de estos renombrados está en relación directa con la calidad de sus textos. Existe una sobrevaloración por ciertos nombres más que una valoración plena de su literatura. ¿Quiénes dictan este fenómeno mediático que privilegia la política y las relaciones sociales por encima del valor de la palabra bien escrita? Mientras aparecen posibles respuestas para la pregunta anterior, es justo invitar a los lectores de “El Heraldo de Chiapas” se acerquen a la obra de Martínez Torres. Quienes aún no conocen su obra hallarán una buena semilla para sembrar en su intelecto.
Martínez Torres tenía una presentación programada para el día de mañana, en Comitán, dentro de los actos que, jueves a jueves, promueve la Universidad Mariano N. Ruiz. Dicho acto se canceló debido a las medidas preventivas sanitarias.
Pero, gracias al poder de la palabra, los lectores de El Heraldo de Chiapas ahora entran al campo del juego a que invité al maestro Martínez Torres.
1.- "Dejad que los niños vengan a mí". Aparte de Jesús, ¿qué personaje literario pudo decir estas palabras?
Ni Francisco Gabilondo Soler ni Jonathan Swift querían niños cerca de ellos. Les importaban sólo temáticamente. De Lewis Caroll se sospechan ciertas perversiones –las mismas que caracterizaron recientemente a Michael Jackson– respecto a la bella Alicia en el espejo… En realidad no veo muchos personajes literarios con vocación paterna… Qué curiosa pregunta…
2.- "No hay cosa deshonesta que no se pueda decir con palabras honestas", dicen que dijo Bocaccio. ¿Quién dice la cosa honesta con palabras deshonestas?
Bueno, Bocaccio estuvo inmerso en una moral cristiana adversa al libre espíritu y muy poco edificante. La dicotomía honesto-deshonesto es claramente parte de esa moral, identificada con la represión al ejercicio de la sexualidad. A los escritores los caracteriza la libertad, les importa la precisión de su lenguaje y son capaces de decir lo que sea si se subordina a la intención de sentido que buscan… mientras la censura no lo impida. Cfr. James Joyce, el Divino Marqués, Charles Bukowski…
3.- ¿Cuáles son los cinco pasos que siguen los agentes literarios en Chiapas para que los escritores chiapanecos sigan siendo inéditos?
Ojalá hubiera agentes literarios en Chiapas: ellos saben vender hasta los anuncios del periódico como literatura, pero en fin: se requiere un solo paso: ignorar lo que sucede en el plano editorial con sus colegas, ejercer a conciencia el ninguneo, en el que somos en verdad artistas.
4.- ¿Sirve de algo una lámpara encendida en las líneas luminosas de un verdadero poeta?
Es una metáfora ¿verdad? Entendidas la lámpara como la esperanza del poeta para poder expresarse y las líneas luminosas cuando llega a acertar en algo, la lámpara podría ser el símbolo del texto maestro, del modelo, como Dante tomó la obra de Virgilio como lámpara. Digo, se me ocurre…
5.- ¿Qué Quevedo en el espejo de Sor Juana?
Creo que Sor Juana estuvo más cerca de Góngora, fue su inspiración. Hay muchos más poemas hechos sobre el molde gongorino que sobre el quevedesco, no sólo el Primero Sueño, sino también varios sonetos. Quevedo era una fuerza de la naturaleza, una inteligencia descomunal que utilizaba el lenguaje para expresar sus ideas y experiencias, mientras que Góngora era una inteligencia literaria, altamente intelectiva sin dejar de ser sensitiva, como la propia Sor Juana, de allí que ésta se haya sentido más hermanada a don Luis que a don Francisco.
6.- Si en lugar de teclas un piano tuviera palabras, ¿qué pentagrama sería el soporte?
Imagino que la clave de esta pregunta es la combinación de sonidos, la analogía entre armonía musical y armonía verbal. Pero es que mientras la música es el único arte en que la forma es el fondo –al menos el arte en el que la forma y el fondo son absolutamente indisolubles–, en el arte de las palabras siempre llevará la mano el sentido o significado que se le imprima y que se logre (de aquí el fracaso de la escritura automática, cuyos hallazgos son fortuitos y aun involuntarios) pero siempre combinado armónicamente, como la música de un piano.
7.- Si una nostalgia se emborracha por la ausencia, ¿cómo se llama la novela y quién la escribe?
La isla en el lago , novela en la cual el narrador asegura que el personaje, enamorado de una puta, llega a tal elevación al pensar en ella, que prefiere su ausencia que estar a su lado. Esta noción respecto del agridulce sufrimiento amoroso –pongamos en evidencia las fuentes de su autor– procede del libro Denis de Rougemont: El amor y occidente, Barcelona. Editorial Kairós, 1974.
8.- Si de madera los pecados capitales, ¿a qué aludiría la lujuria?
Al ébano, una oscura madera poderosa, dura como el acero.
9.- Si un cuerpo se arquea, además de arpa, ¿en qué instrumento se convierte la mujer amada?
Puede pensarse en que es al revés: ¿En qué instrumento te conviertes en manos de la mujer amada? ¿Por qué? Muy sencillo: el que ama, desea, y el deseo lastima y esclaviza.
10.- ¿Cuáles son las instrucciones para escribir un texto digno en una época indigna?
No hay instrucciones. Cada uno ha de seguir el camino que dicte su vocación. Es muy abundante la otra vocación: la de triunfo y poder, el empoderamiento de los instrumentos culturales y la participación directa en éstos (becas, sinecuras, ediciones, festivales, reuniones, encuentros, antologías, empleos, asesorías... Como esto siempre ha existido, toda época es indigna del arte, aunque en algunas épocas, como en la presente, todo ese ejercicio canallesco se ejerce de modo poco sutil, abierta y cínicamente). En cambio, es muy escasa la vocación verdadera, la que ve la difusión cultural –y en general el sistema literario en el que se encuentra inmerso– con un profundo desprecio, porque se sirve a dioses mayores. Cuando existe esa vocación, el sujeto sabe procurarse su personal sobrevivencia –en cuanto a lo emocional y en cuanto a lo material–, su desarrollo artístico, sus recursos técnicos, porque intuye o sabe que en cuanto esté preparado, la guía o maestro aparecerá, y saldrá el texto como de una chistera de mago.
(José Martínez Torres nació en 1955, en la ciudad de México. Es Doctor en Letras Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México, y profesor investigador en la Universidad Autónoma de Chiapas. Ha recibido los premios nacionales de novela Alarcón (1986), José Rubén Romero (1993) y Rosario Castellanos (2000). Es autor de “Chiapas, crónica de los tiempos” (1997) y “El diario de la Riva” (2001)).